Opinión Torre del Mar 14 de diciembre de 2022
El Partido Popular de Vélez-Málaga quiso que estos cuatro años en la oposición les sirvieran para renovar sus siglas, su equipo y acabar de manera tranquila con el etapa de Delgado Bonilla; una transición silenciosa para allanarle el camino a
un candidato que generaba muchas dudas.
Pero la realidad fue otra.
La idílica llegada que soñaron para Jesús Lupiáñez no se produjo y el nuevo presidente, en soledad, saludó a sus simpatizantes con un discurso de perfil bajo, sin apoyos y en un entorno frío como el témpano.
El que fuera un día 'delfín' de Bonilla dejó de serlo. Al exalcalde no le servía el homenaje, los vídeos de despedidas ni las buenas intenciones de tenerlo ahí como un mueble.
Bonilla no vale para eso.
Por eso la brecha comenzó a ser cada vez más pronunciada y los gritos sonaban cada vez más altos en el Pasaje Montera. Luego llegó el desplante en el Pleno
con la historia de la llamada telefónica en directo, dejando en evidencia a su compañero de partido. Y la última hace poco, en otro Pleno,
saltándose a su partido para denunciar unas vallas que el mismo Partido Popular ya tenía en contratación.
A día de hoy sabemos que
la división es total entre la corriente de Bonilla y la de Lupiáñez. Tanto que deja muy mal parado al que a día de hoy es presidente del partido pero no candidato.
Y cuidado con eso porque todavía pueden pasar muchas cosas.
Jesús Lupiáñez, que de concejal pasó muy desapercibido,
sabe que la batalla cuerpo a cuerpo con Bonilla la tiene perdida. Paco es más audaz, está más preparado y conoce las debilidades (que son muchas) de un Lupiáñez que sólo está para asuntos banales, de poco calado y recetas varias.
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